El difícil arte de no saber.
06.06.2013 18:58
XXVII
Por si hace falta y si de algo sirve, les aclaro que yo no siempre tuve esta edad.
Hace algunos años era más joven...
Quiero decir, cuando era más joven, más "sabio" y menos preocupado en disimular esas condiciones que, ya por entonces, adornaban mi brillante personalidad en ciernes.
Como sea, a lo que iba es que, cuando vivía en Nicaragua, a menos de una cuadra de la Avenida Mitre, en una siesta de enero que, como solía ocurrir a veces; siguiendo el ejemplo y los pasos de mi hermano mayor, me escapaba de casa, para explorar los alrededores y conocer los barrios vecinos y también a nuestros vecinos, sucedió que, casi sin proponérmelo., llegue hasta el hoy, "Parque Presidente Sarmiento", que empieza en la esquina de Mitre y Darwin de Villa Domínico, en el partido de Avellaneda.
Caminaba yo por Darwin y, al llegar cerca de la esquina con Mariano Moreno, al pasar frente a un garaje que tenía el portón abierto, llamó mi atención una música de guitarra, apenas unos cuantos rasguidos, a los que siguió una voz que decía algo así como...
"Las veces que ando por ahí,
pienso en los hombres que andamos
y algunos que, hasta volamos,
jinetes de la arrogancia,
revoleando la ignorancia
que, como látigo, usamos..."
Me quedé parado allí en la vereda, sin asomarme a mirar aunque,les confieso, tentado de hacerlo.
La guitarra seguía sonando en el fresco interior del garaje, que contrastaba con el calor húmedo y abrasador de la hora de la siesta cuando aquella voz profunda y limpia, continuó diciendo:
"Me asusta tanto silencio, me duele,
siento que me duele el pecho.
Hay un absurdo al acecho,
aguardándome un descuido,
pa' verme rodar vencido
antes de hacer el repecho..."
Volví sobre mis pasos, sin atreverme a asomarme a la puerta del garaje, para a ver quien era aquel hombre que hablaba ahí dentro.
Unos días después y a riesgo de ser castigado, le conté a mi madre lo mismo que ahora les cuento a ustedes.
Se lo conté porque necesitaba, de verdad necesitaba, saber quién era aquel músico y decidor,que yo había escuchado en esa siesta de enero.
Mi madre, que bordaba un pañuelo sentada en la terraza, dijo simplemente: "Ah! Ese, es el amigo Pepe".
Hoy, que he vivido tantos años, que he estudiado tanto, que he leído tantos libros, que me he "diplomado" de tantas cosas, y he escuchado tantas canciones y he oído (y contado) tantas historias para, finalmente quizás, no haber aprendido nada...
Hoy decía, me gustaría volver a ser aquel "niño sabio", lleno de respuestas que le llegaban naturalmente en la voz de los poetas y cantores de entonces y no este hombre que, como todos, hoy sólo tiene un vacío, lleno de preguntas sin respuesta.
No sé por qué, hoy me dió por recordar este episodio.
Hoy, que ya creía haberme olvidado de aquella vez en que, sin saberlo, escuché (no lo ví), escuche "en vivo" a José Larralde.
Pero ahora, sabiendo quién era el Amigo Pepe, como dijo mi madre, recuerdo que su cantar seguía diciendo:
Voy, no sé pa' qué lugar
en ésto de envejecer...
Se me dentran a crecer
ramazones misteriosas
y me hacen llorar las cosas
que me hacían florecer..."